And Yet...
...cambiado, nada. Desde la cumbre de la Escalera de Scyla, todo seguía igual, o tal vez hubiera sido más fiel decir que nada seguía igual.
A ambos lados el cielo se extendía tal y como lo hace ahora.
De una faz a la otra el arco del cielo sigue observando. Ojos que se clavan en las puntas de los edificios más altos. Pupilas que rascan las agujas de los para-rayos.
Rodeado del olor a óxido y metal retorcido dejo caer mi vista sobre lechos de hiedra y plástico arraigado en el asfalto.
Aunque Todo (Nada?) así sigue no puedo menos que preguntarme. Entre nubes de melaza busco qué he de preguntarme, pero sólo queda el Lobo solo el Lobo.
Y en el reflejo que devuelven las tejas de la Catedral de Hierro la mano blanca de Hypnos se arremolina en la cabellera, se desliza entre el pelaje, muerde las orejas y lame los dientes de la boca que ha de morder el Sol bajo el hielo de un nuevo amanecer.
No, no el hielo, El Hielo.
Al mirarlo deslizarse entre los ojos de los transeúntes me doy cuenta de que no hay noche, o de que es una noche más clara, más vieja. Casi un alba, casi un día. Un día ha de llegar.
Cuando el Lobo dé respiro al Sol, tal vez, sólo tal vez... Erebus, nunca Erebus ha de dejar el abrazo, Nix es sobre el Sol lo que sobre el Lobo la Mano.
Espero un amanecer que deje ver de nuevo la Luna, una Luna vieja, apagada y cegadora que devuelva la noche a Nix, la oscuridad a Erebus y el Sol al Lobo, el Lobo a Hypnos e Hypnos a la Espira, la Espira de Nix, la Lanza del Crepúsculo.
Todo lo que me queda es mirar al asfalto, a las entrañas de Nix para no ver Nada más que lo que no está ahí.
Soaring over 'Amours des feintes' by Jane Bitkin; across 'La Habitación de Cristal' by Luis Manuel Ruíz;
A ambos lados el cielo se extendía tal y como lo hace ahora.
De una faz a la otra el arco del cielo sigue observando. Ojos que se clavan en las puntas de los edificios más altos. Pupilas que rascan las agujas de los para-rayos.
Rodeado del olor a óxido y metal retorcido dejo caer mi vista sobre lechos de hiedra y plástico arraigado en el asfalto.
Aunque Todo (Nada?) así sigue no puedo menos que preguntarme. Entre nubes de melaza busco qué he de preguntarme, pero sólo queda el Lobo solo el Lobo.
Y en el reflejo que devuelven las tejas de la Catedral de Hierro la mano blanca de Hypnos se arremolina en la cabellera, se desliza entre el pelaje, muerde las orejas y lame los dientes de la boca que ha de morder el Sol bajo el hielo de un nuevo amanecer.
No, no el hielo, El Hielo.
Al mirarlo deslizarse entre los ojos de los transeúntes me doy cuenta de que no hay noche, o de que es una noche más clara, más vieja. Casi un alba, casi un día. Un día ha de llegar.
Cuando el Lobo dé respiro al Sol, tal vez, sólo tal vez... Erebus, nunca Erebus ha de dejar el abrazo, Nix es sobre el Sol lo que sobre el Lobo la Mano.
Espero un amanecer que deje ver de nuevo la Luna, una Luna vieja, apagada y cegadora que devuelva la noche a Nix, la oscuridad a Erebus y el Sol al Lobo, el Lobo a Hypnos e Hypnos a la Espira, la Espira de Nix, la Lanza del Crepúsculo.
Todo lo que me queda es mirar al asfalto, a las entrañas de Nix para no ver Nada más que lo que no está ahí.
Soaring over 'Amours des feintes' by Jane Bitkin; across 'La Habitación de Cristal' by Luis Manuel Ruíz;